Memorias del tiempo de la inmadurez

(Paranoia & azar: no todo es vigilia…)



Prólogo a lo nunca escribible


Escribiré esta querella rapiñando un título basura de un sabio del gusto de esta casa, Gombrowicz: Memorias del tiempo de la inmadurez.
Un mal título, mal entendido para peor por la mediocracia crítica de su momento, pudo haber sido acaso una especie de punto de arranque polaco de una de las más nobles literaturas de la Argentina
(=–––– ^^^^) [1].
De la exactitud de un malentendido inepto y traumático pudo generarse toda una obra literaria urdida, intrigada, a lo largo de unas cuantas décadas.
Al contrario, titularé a esto Memorias del tiempo de la inmadurez, y sin embargo, no escribiré ningunas memorias de ese tiempo, tal como podría hacerlo gloriosamente, pienso, porque prefiero la sobrevivencia a los malos títulos que sobrevivir a un manojo de páginas impresionantes y geniales. Eso es enteramente insoportable.
A lo largo de toda mi vida – anotaba en su diario Conrado Nalé Roxlo – no he escrito más que la precisa negación y la terca resistencia a mi sincera autobiografía, y ello es mi obra, una mediocre felicidad más o menos llevadera, la sombra estilizada de una obra notablemente genial que jamás toleré escribir, que apenas pude narrar reflejamente en mis adentros, in foro interno, y por ráfagas esporádicas: mi simple autobiografía, la confesión sincera de un tipo cualquiera, escaso de aventuras, esquivo a las anécdotas y apenas más que mediano en virtudes y vicios. Esa obra mucho más simple y monstruosa que mi obra, cumbre, llana y luminosa, hubiese sido imposible de soportar, no la escribí y no la escribiré, porque era más hermoso plagiar. O sea la literatura.



Arnaldo Fajardo Díaz
Prefacio a una obra que no escribiré
Montevideo, 1977

[1] Vista de la Argentina –un gracioso-.