[Liiki peaaegu robot]

(Tamagno lo intenta de nuevo)





Y cuando uno de esos ciborgs de allá – señala allá ¿ven?- saca de nuevo a relucir su nuevo y reluciente Gadget, o su viejo y deslucido, empiezo a preguntarme qué será de mi otro yo, ahíto en una orgía con paramilitares en Panamá, alucinando con sus alucinantes saltos ornamentales en esos lujosos clubes con climatizada en Amberes, o simplemente leyendo El País de ayer en la única villa –si es que así se puede llamar– de Madrid. Tengan en cuenta que la bilocación no es locura, nunca nadie entiende al otro, y en mi caso malinterpretarme se vuelve incluso un habitus. Ja. El Doppelgänger es otra cosa: es real, me lo encontré atrozmente pero hoy le doy mis usos; mutuos favores, lo que solemos hacernos. No lo controla ningún chip RFID de la CIA ni de Dios –ni mío, no ha reemplazado ningún órgano por circuitos integrados, porque nada de él es un órgano, sólo es real, tan real que es siniestro. Tro. Mi gemelo es otro, no lo confundas: nada de la ortopedia electromecánica ni complexión mitológica en su anatomía, simple de carne y hueso. Nos llevamos mal y se lo distingue por su vestimenta. Lleva una vida normal, tiene dos hijos, trabaja free-lance en diseño publicitario. Por la mañana en la AFIP (nonsens, hoer). Me preocupa el Gadget del ciborg, y es eso lo que me lleva a la nostalgia sincrónica que se alimenta de la repetida invocación de ese otro yo en eventual perpetua nomadía. Los acá presentes –todos– muy bien sabemos la correlación –yo no puedo dejar de decir– normalmente monstruosa entre Eidos y Dildo. Bien sabido: las cosas son de la manera en que no son y no quita que sean lo que son; no sólo lo opuesto, ¿por qué pensar que un ente el que sea para escapar del cerrojo bimilenario del “Tratado sobre la Naturaleza” tenga que irrumpir tan obviamente con restricción en su opuesto? Lo que me preocupa… Bien. No diré por qué. Tro. Se ama porque se constata la existencia de la Telepatía, se vuelca uno impasiblemente a la Filosofía porque se hipotiza la factibilidad del transplante ontológico por el cual es posible permutar tu sistema nervioso por un sistema filosófico, se odia porque el cristianismo y la realidad se cree que existen y que es posible ponerse en el lugar de otro, se come incluso porque se nos ha adiestrado bajo la consigna de que es una costumbre y un deber cuya infracción puede llevar al óbito y pocos han observado que con un teclado y una pantalla hay alguien que podrá ayunar al infinito. Puedo presumir lo que piensan. ¿Ven esto? –señala acá ¿ven?. Pues en nada se parece a mi preocupación. Nada en la forma sensible y conceptual de este tal ente hay de analogable a ello. ¿Ustedes creen que –se va a referir al Gadget del ciborg es algo más o menos así?  describe unos movimientos con los brazos, traza unas formas en el aire. Acciona botón verde; aparece pantalla: en ella se deja ver recortada de un fondo demasiado fulgente un…–. A esto lo conocemos todos –por lo menos los acá presentes…–. Neutralizarlo sería de lo más simple, una operación cotidiana. De rutina. ¿Ustedes por qué piensan que elegí la “locura”? ¿Por qué piensan que me volqué al desprecio intempestivo o glacial, impasible o troglodita, a cualquier forma de lo que -¡imbéciles! ¡pedazos de mierda!- llaman falazmente “arte”? Arte, basuras de mierda, es vivir así, administrando esa indiferencia soberbia, ese agravio indeliberado, automático, arte… (silbidos)… harte (más silbidos)… harthe (siguen in crescendo)…[no hay sugerencias] (“¡Quiere matar el hambre a fuerza de digresión!” se escucha desde muy atrás –citado porque fue lo más gracioso y…) “Si el fuselaje del ángel golpea y golpea contra tu frontal eso no es Impulse” (de la traducción).




A veces suele verse que una determinable forma homínida tipo butch-femme (que también se bilocan haciendo foco en el punto de intersección que supone el tal guión (-)) afloja un bretel de corpiño pausadamente y el roce la empuña en su capullo; éste se abre y no ella vuela batiendo inaprensivamente lo que más tarde devendría en mojito (con la adecuada menta), volar es volcar desde la vulva incontrolable ese fluxus alcohólico en tiempo de descuento cuando no queda ningún cambio por hacer como profunda es la piel me estoy masturbando. Habiéndome tenido tanto a mano (es un condicionamiento anatómico, como el destino prensil del Pueblo Universal) haber llegado a ser la mujer de mi mujer pero imaginar que un día una butch-fatal sustituya a mi femme-fetal haría trepidar en mí – eterno masculino (en mi) – y la lacrada familia de mis cinco dedos (5-her) (ji) hasta las más marmóreas ebúrneas como nalgas cristalizaciones de mi imponente tente mitología blanca. Meta físico. Y al final puto suspensivo. Otro estudio reciente sugiere una correlación entre el sexo oral y el cáncer de garganta.



Queer sin Theoría, sólo peronista, y que montado en un, un unicornio fucsia –naturalmente sin fósil uE– sin fuselaje a de aterrizando en las cercanías de una pulpería, va cayendo, poca cintura, bovinamente, todavía sin percatarse de que en el recinto un barbado hombre blanco y un motoso hombre negro montados a sendas guitarras no despejan de su mente la idea mutua y terminal de morir o matar. Como también lleva bombacha, presunción de que consentirán su entrada.



FOGWILL (último círculo del infierno girando un poco a la derecha). – Como siniestro es que un inodoro huela mal –aves que no vuelan– (aves que no vuelan a veces: la mayoría) he decidido fundar esta corriente literaria: el hiparraguismo. Basada en el legado de Hiparraguirre, no el que lavó el realismo sucio sino David Hiparraguirre, rentista que dejó una obra inconclusa, que aunque todo chiste fácil es difícil, al menos que sea bueno, que jamás comenzó. Quién no tuvo ese sueño, el de ser un escritor epigonal de cualquiera, del que venga, de Montoto, llegado el caso, (Platón lo fue de Sócrates para el caso, Cervantes parodiaba a dos manos el Amadis) (Homero se encegueció con eso) (Wilde se rompió el culo…), que la blanca página del malarmeano útero se llene con la tinta indeleble del Maestro (si este Fogwill se garcha minas con tales boludeces me vuelvo al canon-Dolina). Bastaría dotar a un hombre rico y blanco del mero sentido del olfato para comenzar a despertar en él la sensibilidad. A poco, ojo, terminaría volviendo a lo mismo: las categorías cantianas, el código de V. Sarfield, compra de bonos de algún país tercermundista, final concentración de aquella repentina capacidad de percepción del bálsamo de la rosa en la punta del glande; militancia política, cátedra y reticencia al cunnilingus.




MUERE EL ESCRITOR HIPARRAGUIRRE POR CÁNCER DE GARGANTA



CONTRAPRESTACIONES, EFECTOS COLATERALES DE LA ASISTENCIA PRESENCIAL AL SUPERCLÁSICO BOCA-ANO



Una digresión:

No te la laves que te la voy a sopapear


No, pará percanta, pa qué vas al ñoba. Si junás bien que me calienta el tufo a cluaca de huerto, la esputza de pradera que larga Tuargolla. ¡Quién pudiera en ese papo ser parásito perpetuo, y tener parada en cada esquina de ese rococó pozo rosado, que chorrea churrigueresco – es un asco – cuando te bato alguna chanchada por sobre el horizontal del lóbulo. Y ni que hablar del ós culo prieto, cuando te chanto el beso grone… Ano tapialado por la lengua, rumores de mi longa. Es toda mi fortuna. Papusa papuda, a tu cajeta ¡un homenaje en vida!



En la primera imagen el gauchaje queer se inmola, roza de los vientos.


http://www.tiffotos.com/hedonismo/cunnilingus.htm